La parlamentaria más votada del país enfrenta un cerco interno mientras se consolida como la mujer con mayor opción presidencial de la derecha colombiana.
La tormenta que esta semana estalló en la política nacional —desatada por los ataques a la magistrada Cristina Lombana y los obstáculos que enfrenta la senadora María Fernanda Cabal— expuso un hecho que muchos intuían, pero pocos se atrevían a señalar con nombre propio: Colombia sigue siendo un país donde el poder se reorganiza para frenar a las mujeres que no se someten. Y esta vez, el caso de Cabal no solo lo confirma: lo amplifica.
Mientras Lombana fue blanco de insultos por parte de un ministro que no acepta ser investigado por una mujer, lo que ocurre dentro del Centro Democrático con María Fernanda Cabal es aún más profundo: una operación silenciosa para impedir que la mujer más votada en la historia del partido compita con reglas claras por la candidatura presidencial de 2026.
La senadora que el poder interno no logra domesticar
Cabal no es una dirigente cualquiera. Es la congresista mujer con más votos en la historia del país. Más de 200.000. Una cifra que ningún otro liderazgo femenino —ni de derecha ni de izquierda— ha alcanzado. Su peso electoral es real, medible, comprobable.
Ha sido, además, la voz más contundente de la derecha en el Congreso: defensora de la propiedad privada, crítica inflexible de Gustavo Petro, escudo político de la Fuerza Pública y la única que nunca se ha deslizado hacia tonalidades tibias. Esa coherencia ha sido su marca, para aliados y detractores.
Y, sin embargo, su propio partido parece decidido a impedirle competir.
Lo que denunció el portal Las 2 Orillas no es una exageración:
—En 2021, cuando la senadora encabezaba encuestas y recorridos, el Centro Democrático cambió a última hora el mecanismo de selección.
—Tres años después, el patrón regresa: primero anunciaron encuesta, luego la desmontaron; luego prometieron un calendario, luego desapareció; después hablaron de reglas, hoy reina el silencio.
Una paradoja que pesa: si Cabal fuera hombre, ya sería el candidato del partido.
El mecanismo fantasma: la jugada que alimenta la sospecha
En el uribismo nadie se atreve a admitirlo abiertamente, pero es un secreto a voces: la estructura teme que Cabal gane. Temen que su carácter desborde el libreto tradicional del partido. Temen que un liderazgo femenino fuerte, autónomo y popular redefina las fuerzas internas.
Por eso la dilación. Por eso el silencio. Por eso la ausencia de reglas.
No es un trámite burocrático. No es una demora técnica. Es un cálculo.
El mecanismo de selección —sea encuesta, consulta interna o convención— solo avanza cuando favorece al aspirante que la cúpula prefiere. Y esta vez, Cabal no es la preferida del aparato. Es la preferida de las bases. Y eso, para la dirigencia, resulta incómodo.
Machismo institucional: el elefante en la sala
El fenómeno no se limita a lo que ocurre en el Centro Democrático. Tiene una raíz más honda: la resistencia del poder colombiano a aceptar mujeres que ejercen autoridad sin pedir permiso.
Cabal lo dijo discretamente hace unos meses, pero hoy el mensaje retumba con fuerza: “Cuando una mujer no se arrodilla, la quieren dejar fuera del juego.”
No es victimismo. Son los hechos.
La senadora no ha traicionado a Uribe. No ha desconocido la autoridad del partido. No ha roto la disciplina. Todo lo contrario: ha sido una de las figuras más leales y consistentes del uribismo. Pero eso no ha sido suficiente para garantizarle un terreno de competencia justa.
El partido que predica meritocracia y democracia interna parece aplicar esas reglas solo cuando no favorecen a la mujer más fuerte de su historia.
Una pregunta incómoda para el uribismo
A medida que crece el debate, el Centro Democrático deberá responder una pregunta que ya circula en las bases:
¿por qué el partido frena a quien tiene el mayor respaldo popular entre sus electores?
¿Es miedo político? ¿Es cálculo electoral? ¿O es, como plantea el artículo de Las 2 Orillas, la expresión de un machismo incrustado en la cultura del poder?
Negarlo será imposible. La evidencia se acumula. La historia se repite. Y esta vez, ocurre en público.
Un costo político que puede ser irreversible
El uribismo enfrenta un riesgo que parece no advertir: desconocer el capital electoral de Cabal puede fracturar al partido justo cuando más necesita cohesión para enfrentar las elecciones de 2026.
Si continúan excluyéndola del mecanismo, el mensaje será devastador para miles de mujeres —y hombres— que ven en ella un liderazgo firme, coherente y sin cálculo. Y el costo podría no tener reversa.
Cabal sigue en carrera: con o sin permiso
Pese a los obstáculos, Cabal no ha salido. No ha cedido. No ha renunciado a competir. Y eso es, quizás, lo que más incomoda.
Su campaña sigue creciendo. Su presencia en medios aumenta. Sus discursos marcan agenda. Y su nombre aparece entre los primeros lugares de intención de voto en la derecha.
El intento por frenarla, lejos de debilitarla, la ha convertido en símbolo de algo más grande: la lucha de las mujeres contra los techos de cristal políticos que aún persisten en Colombia.
La pregunta hoy no es si Cabal quiere competir. Eso está claro.
La pregunta es si su propio partido tendrá la altura para permitirle hacerlo.

















