Un estudio reciente de Deloitte revela que más del 60% de los consumidores usan IA como guía para tomar decisiones; sin embargo, la decisión más valiosa la de vivir una experiencia real sigue siendo exclusivamente humana
En los últimos años, la inteligencia artificial se ha convertido en una de las mayores protagonistas de la conversación global. Según cifras de PwC, más del 70% de las empresas en el mundo ya usan IA en algún proceso operativo, y en Colombia, se estima que su adopción crece a un ritmo cercano al 30% anual. La tecnología llegó para quedarse: recomienda películas, optimiza rutas, traduce idiomas y hasta escribe discursos.
Pero en medio de este avance, surge una pregunta inevitable: ¿qué es lo que todavía pertenece únicamente al terreno humano?
En tiempos donde se confunde eficiencia con experiencia, vale la pena recordar lo esencial: la verdadera conexión ocurre cuando todos los sentidos están presentes. Y eso, por fortuna, sigue siendo exclusivamente humano.
Un algoritmo puede predecir patrones, pero no sentir la pausa incómoda de un silencio que necesita ser abrazo. Puede calcular un chiste en milisegundos, pero no generar la complicidad de una risa compartida. Puede preparar una receta con exactitud, pero nunca “cocinar al ojo”, ajustando el sabor porque la memoria de la infancia lo pide.
La vida está hecha de esos momentos donde la precisión no basta:
- Un brindis improvisado que contagia emociones más que cualquier discurso perfecto.
- Cancelar una reunión para acompañar a alguien que importa.
- Ceder el paso en el tráfico y cambiar el ánimo de un desconocido.
Son gestos simples, pero cargados de autenticidad, imposibles de programar.
La IA puede ordenar datos, limpiar el ruido y facilitar la vida. Pero lo humano es otra cosa: es presencia, es intuición, es memoria y emoción. Esa diferencia marca el verdadero valor de la experiencia.
En un mundo donde cada vez más decisiones se delegan a algoritmos, se hace necesario recordar que la confianza y la conexión emocional siguen siendo un terreno exclusivamente humano. La tecnología puede amplificar, pero no sustituir. El futuro es tecnológico, pero lo esencial sigue siendo humano
Como consecuencia de este fenómeno, recientemente ha surgido en el mundo un movimiento simbólico de personas que le están pidiendo disculpas a la inteligencia artificial. Reconocen que, aunque la IA resuelve problemas complejos y transforma nuestras vidas, hay experiencias profundamente humanas que no puede vivir. ‘Perdón, IA, por no darte un corazón para saber qué es tomarse una cerveza entusado’, dicen algunos de sus mensajes, recordándonos que la sensibilidad, los momentos compartidos y las emociones auténticas siguen siendo un territorio exclusivo de los seres humanos.


















