Petro “abogó” por el Tren de Aragua, denuncia EE. UU: “Dijo que eran personas que necesitaban más amor”
Las explosivas declaraciones de la secretaria de Seguridad de EE. UU. exponen la ambigua posición del presidente colombiano frente a grupos criminales transnacionales. ¿Humanismo o indulgencia frente al crimen organizado?
En una impactante revelación que ha sacudido el ámbito diplomático y político en Colombia y Estados Unidos, la secretaria de Seguridad estadounidense, Kristi Noem, denunció públicamente que durante su visita oficial a Colombia a finales de marzo, el presidente Gustavo Petro sostuvo una posición abiertamente contemplativa y justificadora hacia miembros del Tren de Aragua, organización criminal de origen venezolano considerada como una de las más peligrosas de América Latina.
Las declaraciones de Noem, recogidas en una intervención ante medios norteamericanos, describen un encuentro “polémico” y extendido con Petro, en el que, según ella, el mandatario colombiano criticó fuertemente al gobierno de EE. UU. y defendió a miembros del grupo criminal, sugiriendo que “solo eran personas que necesitaban más amor y comprensión”. Más aún, agregó que algunos miembros del cartel eran sus amigos personales.
“Empezó criticando a nuestro gobierno por alrededor de media hora y hablando de cómo se malinterpretaba a los miembros del Tren de Aragua… Habló sobre cómo algunos de los miembros del cartel eran sus amigos”, declaró Noem.
Ante semejantes afirmaciones, la funcionaria estadounidense respondió con contundencia:
“Le dije claramente que nunca legalizaríamos las drogas en nuestro país. Los miembros del cartel, si son tus amigos, los mataremos… Si realmente pensaba que necesitaban más amor, le enviaría todos los que pudiera manejar para que pudiera amarlos más y ver qué podía hacer para rehabilitar a estas criaturas malvadas”.
¿Qué busca Petro con estas afirmaciones?
Las palabras de Noem no solo generan alarma por el tono del encuentro, sino que abren la puerta a graves cuestionamientos sobre la visión del presidente Petro frente al crimen organizado y su política de “paz total”. Defender a miembros de un cartel con múltiples crímenes a cuestas, incluyendo tráfico de personas, extorsión, secuestro, narcotráfico y asesinatos, bajo la idea de que son “incomprendidos”, resulta inaceptable para una ciudadanía que exige justicia y seguridad, y para un país que sufre a diario las consecuencias de la violencia.
No es la primera vez que Petro relativiza la criminalidad. Durante su mandato, ha sido constante su discurso en favor del “diálogo social” incluso con estructuras armadas ilegales, y su retórica de reconciliación ha sido utilizada para justificar la impunidad y frenar acciones contundentes contra bandas criminales.
Pero lo que realmente escandaliza de este nuevo episodio es que el presidente, en un espacio diplomático de alto nivel, aparentemente priorizó sus críticas ideológicas a EE. UU. antes que posicionar al Estado colombiano del lado de las víctimas del crimen transnacional. Si se confirma la veracidad de lo relatado por Noem, estaríamos ante un mandatario que no solo relativiza la violencia sino que intenta moralizar a criminales como víctimas del sistema, incluso cuando estos han sembrado el terror en Colombia y otros países de la región.
Silencio del Gobierno y silencio cómplice
Hasta el momento, la Casa de Nariño no ha emitido una respuesta oficial a las declaraciones de la secretaria Noem. La cancillería guarda silencio, y los voceros del gobierno prefieren no referirse al tema, lo que agrava aún más la percepción de connivencia o, al menos, de una peligrosa ingenuidad política.
¿Está Petro más preocupado por su narrativa ideológica que por la seguridad de los colombianos? ¿Hasta qué punto está dispuesto a llegar para sostener su tesis de que todos los criminales son producto de la falta de amor del Estado? ¿Y cuántos muertos más necesita el país para que el gobierno entienda que no se puede negociar con quienes han decidido vivir del crimen?
Una advertencia de fondo
Las declaraciones de Noem no solo evidencian el aislamiento diplomático en que podría caer Colombia, sino que también podrían tener consecuencias en la cooperación bilateral con EE. UU. en temas clave como inteligencia, lucha antidrogas, seguridad fronteriza y extradiciones. Cuando una funcionaria del nivel de Kristi Noem afirma públicamente que al presidente colombiano le parecen incomprendidos los miembros del Tren de Aragua, la alarma internacional se enciende.
Mientras tanto, en barrios populares de ciudades como Bogotá, Cali, Cúcuta y Medellín, los tentáculos del Tren de Aragua siguen creciendo, aprovechando la debilidad institucional y el discurso permisivo del gobierno.
Colombia necesita un liderazgo que se enfrente con claridad y firmeza al crimen, no uno que confunda la compasión con la rendición. Petro, al parecer, sigue empecinado en tratar a los criminales como víctimas, aunque eso cueste la vida y tranquilidad de los ciudadanos.