La reunión en Palacio será clave para definir si el presidente da un golpe de a su gabinete o si decide mantener, al menos por un tiempo más, a los ministros.
El presidente Gustavo Petro regresó de su visita oficial a Japón con turbulencias políticas a cuestas. Apenas aterrizó en Bogotá, el jefe de Estado convocó a un cónclave en la Casa de Nariño que podría sellar la salida de varios de sus ministros más expuestos a las cuotas partidistas. Se trata de un movimiento que, de concretarse, evidenciaría la fragilidad de la coalición de Gobierno y la dificultad del mandatario para consolidar un equipo estable en medio de la crisis política que atraviesa su administración.
Ministros en la cuerda floja
En la mesa están los nombres de Antonio Sanguino (Trabajo), Diana Morales (Comercio), Julián Molina (TIC) y María Fernanda Rojas (Transporte). Todos llegaron a sus cargos en medio de acuerdos con partidos tradicionales —Alianza Verde, Liberal y de la U— que respaldaron a Petro en momentos decisivos del arranque de su mandato.
Las renuncias protocolarias ya estarían radicadas, pero falta lo esencial: la decisión del presidente. Un gesto que no solo marcaría un reacomodo en el gabinete, sino también un mensaje de ruptura con la vieja práctica de repartir ministerios como botín de coaliciones.
La inestabilidad ministerial ha sido la constante del actual gobierno. En el Ministerio de Trabajo, Sanguino es ya el segundo titular de la cartera y apenas ha completado seis meses en el cargo. Diana Morales, en Comercio, suma solo cinco meses de gestión y sería la cuarta ministra en ese despacho durante la administración Petro. En el Ministerio de las TIC, Julián Molina asumió funciones el 1 de marzo de 2025, convirtiéndose en el tercer jefe de esa cartera en tres años. Y en Transporte, María Fernanda Rojas apenas ajusta siete meses como la cuarta ministra del sector bajo Petro.
Con estas cifras, el eventual remezón no sería solo un cambio de nombres: sería la confirmación de un gobierno atrapado en su propia inestabilidad.
La derrota que desató la tormenta
El detonante del reacomodo fue la derrota del Gobierno en la elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional. El resultado en el Senado mostró la fractura de la coalición oficialista y dejó al descubierto que Petro perdió el control político de la cámara alta.
El propio mandatario, con tono autocrítico y desafiante, lo reconoció: “La coalición de Gobierno en el Senado se rehace por completo. Su objetivo cambia”. Esa frase se interpretó como la antesala de un viraje en la estrategia política y en la composición del Ejecutivo.
Entidades en la mira
El remezón no se limitaría a los ministerios. En la baraja también aparecen entidades estratégicas que hoy son manejadas por cuotas políticas. En la órbita verde están el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), Finagro y el Sena; mientras que el Partido Liberal mantiene fichas en la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios (Uspec) y en Positiva Seguros.
La revisión de estas entidades será clave para entender si el presidente busca recuperar el control con funcionarios de confianza o si mantiene la fórmula de los equilibrios partidistas, pese a que ya le han demostrado ser una receta fallida.
Una apuesta de alto riesgo
Lo que está en juego no es menor. De un lado, Petro podría capitalizar el momento para dar un golpe de autoridad en su gabinete, nombrando ministros alineados plenamente con su proyecto político y desligados de las presiones clientelistas. Pero, del otro, corre el riesgo de dinamitar los pocos puentes que aún conserva con sectores de los partidos tradicionales en el Congreso, debilitando aún más su gobernabilidad.
El desgaste de los cambios ministeriales también pesa. A casi tres años de su mandato, la narrativa de “nuevo comienzo” que suele acompañar a cada remezón pierde fuerza y se convierte en sinónimo de desorden y falta de rumbo. En los pasillos del Capitolio ya se escuchan comentarios que señalan al Gobierno de improvisación y de no tener un plan claro para sostener sus reformas.
Un presidente en búsqueda de control
La reunión en Palacio será decisiva. Petro debe elegir entre mantener la estrategia de alianzas frágiles con cuotas políticas o dar un giro radical hacia un gabinete puramente de confianza. La primera opción le permite ganar oxígeno en el Congreso; la segunda, afianzar su narrativa de independencia, pero con el costo de quedar aislado legislativamente.
En cualquier escenario, lo cierto es que el presidente se enfrenta a uno de los momentos más críticos de su mandato. La pregunta de fondo es si Petro logrará convertir este remezón en una muestra de liderazgo o si, por el contrario, confirmará las sospechas de que su Gobierno está atrapado en una espiral de inestabilidad.
Por ahora, el país espera la señal desde la Casa de Nariño. Lo que se decida en este cónclave marcará el rumbo político del Gobierno en la recta final de su mandato y definirá si Petro todavía puede recomponer las piezas de un tablero cada vez más adverso.
					

















